Podríamos definir el agradecimiento como la capacidad de valorar y mostrar agrado por todo lo
que recibimos de otras personas, sus servicios, ayudas, cuidados…
Ser
agradecidos supone un cierto grado de sensibilidad, la cual nos permite captar,
“sentir” esa innumerable cantidad de beneficios y atenciones de las que somos
objeto por parte de otros. Realmente recibimos de los demás mucho más de lo que
pensamos.
El
agradecimiento ayuda mucho a la buena convivencia, pues una persona
agradecida “cae” bien, predispone a tratarla bien, mientras que la
exigente o desagradecida produce antipatía y hasta un insano deseo de pagar con la misma moneda.
Una sencilla manera de contribuir a que
la sociedad no sea tan fría y distante, es aumentar las muestras de
agradecimiento.
Agradecimiento en el hogar:
“Gracias
papá, gracias mamá”… ¡Qué bien nos sientan estas palabras cuando las oímos!
Parece que son como un bálsamo que alivia las “heridas” producidas por el esfuerzo y la lucha de esta
labor de ser padres y madres. Todas nuestras fatigas han merecido la pena.
Ciertamente
el instinto de paternidad y maternidad es admirable, no mide ni regatea esfuerzos a la hora de
alimentarlos, cuidarlos y formarlos. A pesar de ello, cuando crecen y tienen
edad de comprender y valorar, deseamos que se den cuenta de todo lo que han
recibido; no tanto por nosotros, sino por ellos, porque ser desagradecidos, creerse con
todos los derechos y que todo nos parezca poco, no adorna a nadie.
Ocurre
que para ser agradecidos, al igual que
con otros valores, es necesario trabajar la sensibilidad. Mientras que unas
manos sensibles tocan y perciben con precisión la textura de las cosas, unas
manos encallecidas pierden esta capacidad. Aunque parezca mentira, también las
personas pueden llegar a “encallecerse” y perder la capacidad de valorar y
agradecer lo que se recibe de los demás, si no hacemos nada al respecto.
Recordemos que los niños crecen hoy en una sociedad cómoda, donde, si nos
descuidamos, reciben demasiado y apenas tienen que aportar (en muchas ocasiones,
nos conformamos con el estudio… si se le
puede llamar estudio). Esto puede llegar a formarles la convicción de que
tienen derecho a todo lo que se les da (y cada vez más) mientras que el aportar
es ya una cuestión de gustos, de su inclinación o ganas… no hay obligación.
¿Qué
podríamos hacer?
Se nos ocurren varias cosas.
Una, importantísima, es “que oigan” hablar de este
valor, para que sepan que existe. Y como toda buena lección, junto a la teoría
va el ejemplo que aclara todas las dudas. Si nosotros, padres y madres, somos
agradecidos, nuestros hijos lo podrán ver e imitar; podríamos compararlo con el
inglés, que se aprende mejor con unos padres ingleses que con todas las academias del mundo juntas. Sería el momento de hacernos esta reflexión: ¿somos
agradecidos? Quizás también nosotros podríamos aumentar nuestro nivel.
Desde
el típico enseñarle de pequeñitos a decir gracias cuando reciben algo de
alguien, a otras muchas cosas como que oigan agradecer y valorar la comida, el
tiempo y esfuerzo que lleva prepararla; que oigan lo agradecidos que estamos
del orden que han dejado en su habitación, de su colaboración en casa; que
oigan cómo valoramos los aspectos positivos de sus profesores, que
indudablemente tienen, y cuánto admiramos su labor tan meritoria, su esfuerzo, interés, tiempo y responsabilidad… en algunos a niveles
inverosímiles… A fin de cuentas todos somos lo que somos gracias, entre otros,
a los profesores que hemos tenido en nuestra vida y que han construido una
pequeña etapa de nuestra formación.
Que
oigan cómo agradecemos a los vecinos o amigos los favores recibidos y cómo
estamos dispuestos a devolverles los favores como muestra de agradecimiento.
Han
de oír de nosotros muchas cosas positivas de los demás y pocas negativas, pues
es de justicia y objetivamente real. A nuestro alrededor existe un amplio
paisaje de cosas positivas, si lo sabemos y queremos ver ¿vamos a detenernos
justo en las desagradables?
Pero
lo más valioso y lo que más bien les hace es que oigan de labios de mamá cosas
bonitas de papá, y viceversa, que oigan de labios de papá cosas bonitas de
mamá. Que oigan agradecernos el uno al otro lo que aporta el otro, lo que
ayuda, sus cualidades, sus capacidades, sus atenciones… Que lo oigan, y que lo
oigan con calor. Esto hace mucho bien a los hijos… y a los padres. Cuando nos
sentimos valorados, nos sentimos bien. Además se ancla el deseo de no defraudar
al que confía, espera y agradece nuestra labor, nuestra actuación. También nos
ayuda a mirar con aprecio al que me agradece, así como miramos con más afecto
al que decimos gracias; todos estos sentimientos aumentan la unión.
Que
nos oigan, que nos oigan… ¡Realmente les contagiaremos ese sentir! Y serán
positivos, sensibles y agradecidos.
Otra
cosa que podríamos hacer es “actuar”. Los niños se hacen idea de la importancia
de las cosas según sean nuestras reacciones. Por ejemplo, si ante una
contestación maleducada no hacemos nada, deducen que no es muy grave lo que han
hecho. Si rompen una figurita de porcelana y nos enfadamos mucho pensarán que
es gravísimo (cuando en realidad puede haber sido un accidente sin mucha culpa).
Si
queremos hacer comprender lo importante que es valorar o agradecer, hemos de
estar atentos. A lo mejor un día, un
niño de la clase que cumple años regala un detallito a todos. Resulta que ante
aquel obsequio en vez de agradecerlo, se pone a protestar porque lo quería de
otro color. Si esto ocurre por primera vez, hemos de explicarle que a todo hay
que decir gracias sea lo que sea, porque el regalito es precioso (aunque a él
no le guste; eso es problema suyo) y a fin de cuentas su compañero se lo regala
con toda su ilusión y generosidad y se pondrá triste con su contestación. Pero
si esto ocurre por segunda vez, le diremos que como no le gusta nos lo
quedaremos nosotros para alguna ocasión que haga falta. Y no se lo daremos. De
esta manera aprenderá a valorar, agradecer y pensar antes de hablar, y no
dejaremos que crezca en él esa mala costumbre de exigir con menosprecio.
Esto
puede aplicarse, siempre con serenidad y cariño, en muchas circunstancias y
edades. Si no empezamos pronto, ¿qué ocurrirá en la adolescencia y juventud?
El agradecimiento “al instante” y el
agradecimiento “a la larga”
El
agradecimiento al instante, que acabamos de comentar, a pesar de todo, no suele
faltar. Socialmente es considerado como un acto básico de educación.
Estamos
prontos a dar las gracias y enseñarlo así a nuestros hijos cuando somos objeto
de una atención u obsequio, cuando nos preguntan y se interesan por nosotros o
cuando recibimos un servicio…. Sin embargo, el agradecimiento “a la larga” es mucho más valioso y desgraciadamente no es
considerado como tan elemental y
necesario. Sería un “tener memoria” de todos los detalles y beneficios
recibidos de una determinada persona, aunque sea a bulto, y por ellos deberles
una muestra de nuestra amistad, que se ha ganado a pulso, cuando llegue el
momento preciso. Dice el refrán: “Los amigos se muestran en las ocasiones”. Eso
es ser verdaderamente agradecidos.
Puede
ocurrir alguna vez que recibamos, por
parte de un amigo o ser querido, unas palabras hirientes (incluso profundamente
hirientes) o fuera de tono, o quizás una actuación poco adecuada, un olvido o
desprecio… Antes de tirar por tierra esta amistad o relación, hemos de poner en
práctica este agradecimiento “a la larga”. Hacer memoria de la cantidad de
momentos compartidos, el apoyo, la ayuda… y mostrar que lo valoramos sabiendo,
al menos, esperar. El agradecido está más pronto a la escucha que al rechazo y
la venganza; da una nueva oportunidad, se pone en el lugar del otro e intenta
comprender las razones de aquella actuación. Da oportunidad a un diálogo
sincero, se muestra amigo y sea cual sea el resultado final de la conversación,
es respetuoso y correcto pues no es justo olvidar en un instante tantos bienes
recibidos.
Seamos agradecidos con todos y
ganaremos en calidad humana.
Hablar con respeto
La primera muestra de agradecimiento de unos hijos hacia sus padres es la de hablarles y tratarles con respeto. Los padres nos desvivimos por los hijos, y la cantidad de atenciones que les proporcionamos son incontables (o así ha de ser), bien lo sabemos. Desde su nacimiento hasta ahora ¡cuántos desvelos por la alimentación, salud, educación, por proporcionarles todo lo necesario en todo orden de cosas: ropa, actividades y tiempo libre.. también todo el apoyo, cariño y acompañamiento posible!
No es que los padres queramos que nos lo agradezcan porque valoren nuestro esfuerzo, no. Lo queremos porque si son desagradecidos dejan mucho de desear como personas.
Por su bien y desde pequeñitos, hemos de enderezar la mala costumbre de hablar sin respeto. Siempre hemos de hablar con respeto, pero a unos padres o a personas a las que debemos tanto es la mejor y más justa manera de expresar nuestro reconocimiento y gratitud.
Nada de reirles las malas contestaciones con frases como: "Este llegará lejos en la vida..." o "a éste no le puede nadie..."
Convendrá recordarles: "Así, cariño, no se habla. Anda, dímelo bien". Y que lo repitan con el tono y forma debido. Nunca darles lo que piden cuando sea con exigencia o mala educación. Sería un gran error, ya que creerán que esta es la manera de conseguir las cosas e incluso les motivará ponerse más agresivos si fuera preciso, cuando a la primera se les negó algo.
No nos preocupemos si lloran y molestan, nosotros con serenidad y hasta con una sonrisa sigamos haciendo lo que estuviéramos haciendo. Les diremos una vez: "No te preocupes, hijo,que te ayudaré o te atenderé cuando lo digas bien; te vas serenando y pensando... mientras sigo trabajando ¿vale?" Tampoco hará falta que lo repitamos más veces.
No nos extrañemos que el lloro continúe largo rato. Importa nuestro dominio y paciencia, con los días nos irán cogiendo el estilo y poco a poco irán entrando. Algunos antes, otros (según temperamento) después, pero al final (aunque sean meses o más...) entrarán.
Si consentimos la falta de respeto en casa, estamos perdidos, de mayores no podremos con ellos y entra en juego su formación y su futuro. Hasta el nuestro.
Indudablemente, debemos repasar como anda en nosotros el respeto cuando hablamos. Esta es la mejor lección. No la despreciemos. El respeto es básico a todos los niveles: en la familia, en el trabajo, en la sociedad y a nivel mundial. El respeto es la base de la paz.
JUEGO MOTIVACIÓN: LOS GENIOS AGRADECIDOS
Nuestros
hijos se van a convertir en unos “genios” de esos que salen de las lámparas
maravillosas y están dispuestos a cumplir nuestros deseos, en agradecimiento a haberles sacado de su
pequeña lámpara. Nos pueden conceder un pequeño deseo por día. En realidad, unos días pueden ser ellos los genios, y otros podemos ser nosotros, porque nosotros también tenemos que agradecerles muchas cosas que hacen bien.
Estos detalles de agradecimiento los vamos a
escribir en las solapas del popular juego come-coco, que se hace doblando un
cuadrado de papel. Si lo hacéis con un pliego de cartulina grande les hará
mucha gracia. Podemos escribir en negro los detalles que queremos que nos hagan ellos y en rojo los que ellos quieren que les hagamos nosotros.
Pintamos las solapas de colores. Cada día nos
pedirán que digamos un número, harán mover el come-coco tantas veces como indica
el número que hayamos dicho y a continuación escogeremos un color. Levantarán
la solapita y leerán nuestro deseo ( o nosotros el suyo).
Ejemplos de deseos que nos gustaría recibir nosotros pueden ser: ordenar su
habitación, decir gracias por la comida, sentarse pronto a estudiar cuando se le recuerde, preguntarle a papá o mamá cómo le ha ido la mañana, jugar tranquilos con su hemano(s)… Como los
conocemos, sabemos que les vendrá bien.
Detalles que podemos hacerles nosotros: jugar a una partida de cartas o de parchís, hacer un pastel juntos, leerles algún cuento, hacerles un día la cama para que "libren"...
Todo debe ser porque estamos agradecidos unos de otros, porque, en el fondo, siempre recibimos mucho de los demás.
HISTORIA DE LA PRIMERA SEMANA: PRECIO
POR CADA TAREA
David
era un niño de doce años que tenía una hermanita, Sara, que acababa de cumplir
cuatro.
La
quería mucho, pues había deseado enormemente tener un hermanito o hermanita
hasta que nació ella y además resultó ser una niña muy agradable y cariñosa.
Un
día los padres de David se vieron obligados a ausentarse un sábado porque los
abuelos habían tenido un grave percance y tenían que atenderlos. Por más que
pensaron con quién dejar a los niños, no encontraron a nadie. Viendo la
urgencia del caso, que David era mayorcito, y que ambos niños eran responsables
y sensatos, los padres decidieron marchar dejándolos solos.
-David- le dijeron- al final tendréis que quedaros
solos hasta las cinco. Cuida mucho a Sara y portaos bien, sabemos que eres
responsable y nos fiamos de ti. Te
dejaremos una hoja con un horario para que estéis ocupados.
Y
así se fueron. David cogió la hoja y leyó el horario; había tiempo para todo:
rato de estudio, rato de descanso, rato de trabajo, rato de juego… con todas las
explicaciones para atender a su hermanita.
Cuando
llegaron los padres se alegraron mucho de que todo estuviera en orden y de que
David hubiera cuidado muy bien a Sara, con lo cual felicitaron mucho a los
niños. Pero cuando los padres fueron a acostarse esa noche, vieron una carta
que David les había dejado bajo la almohada. Decía así:
Queridos
padres:
por
haber hecho la cama de Sara …0.50 €
mi cama …0.50€
por
haberle dado de comer a Sara …0.50€
por
haber barrido la casa …0.50€
por
haber hecho los deberes …0.50€
…..
total 5€
Los
padres sintieron una profunda desilusión y tristeza al leerla. Se miraron en
silencio y se acostaron, sin apenas articular palabra.
Al
día siguiente, el padre entró en la habitación de David con toda naturalidad,
para despertarle. David lo miró con cara de incertidumbre y hasta con un poco
de apuro. De hecho no se había atrevido a darles la carta personalmente, pero,
oye… ¡había hecho muchas cosas y se lo merecía!
Su
padre le dijo: “David, mira debajo de tu almohada algo que mamá y yo te hemos dejado …” y salió de la habitación. David encontró un
sobre, lo abrió con prisas y encontró… 5€
y… una cartita de papá y mamá.
-¿Qué
será? – pensó el niño, y leyó:
Queridísimo
hijo:
Por haberte dado la vida… 0€
Por las noches pasadas en vela para
amamantarte y consolarte …0€
Por cuidarte con cariño, alimentarte
y procurarte vestido… 0€
Por leerte cuentos, por ayudarte a
los deberes …0€
Por jugar al fútbol contigo …0€
…
Total
…0€
Te queremos mucho: papá y mamá.
Cuando
David leyó la carta, le brotaron lágrimas en los ojos y se sintió profundamente
avergonzado. Fue a la cocina, abrazó a sus padres y les pidió perdón por
esperar dinero de cosas que se han de hacer sin medida, generosamente y por
amor.
HISTORIA DE LA SEGUNDA SEMANA: EL PLATO
DE MADERA
Ocurrió
en una casa donde vivía una familia formada por un matrimonio, un hijo y el
abuelo paterno. El abuelo era muy mayor. Después de haber pasado toda una vida
trabajando duramente en el campo, de sol a sol, por ofrecer a sus hijos lo
mejor, ahora le temblaban mucho las manos y aunque quería evitarlo, era
imposible. Lo peor era a la hora de comer, pues se le caía la comida de la
cuchara y se manchaba sin remedio. En varias ocasiones se le cayó el plato rompiéndose éste y manchando el suelo. Ante
este panorama, su hijo y la nuera se enfadaban y le reprochaban, hasta que
tomaron la decisión de hacerle un plato de madera y llevarlo a comer aparte, en
el patio, donde no hubiera tanto problema de ensuciar. Allí, el pobre anciano
comía como podía, notando muchas veces cómo se le deslizaba la sopa por la
barbilla y sobre todo la humillación.
Un
día, cuando el padre de familia llegó de trabajar del campo, encontró a su
hijito tallando una madera.
-¿Qué haces, hijo, con esa navaja tallando un trozo
de madera?
-Mira
papá- le dijo con inocencia y como quien ha tenido una buena idea- estoy
tallando un plato de madera para ti, para cuando seas tan viejecito que te
tiemblen las manos y tengas que comer fuera.
Fue
entonces cuando el padre se dio cuenta de su actitud desagradecida y arrogante.
Esa misma noche hizo pasar al abuelo, le sentó a la mesa y con sus propias
manos le llevó la cuchara a la boca, le limpió suavemente la barbilla porque
comprendió que era el momento de devolverle toda la atención que en su vida
había recibido de él.
(Cuento
popular)
HISTORIA DE LA TERCERA SEMANA: SOLO POR
UNA COSITA NO VOY A OLVIDAR
En
la clase de Alberto había 22 niños. Se llevaban bien, bueno… había alguna que otra peleilla de vez en cuando, pero dentro de lo normal.
Alberto había llegado hacía dos años al colegio, y pronto estuvo muy integrado.
En el recreo hacían partidos de fútbol y él solía jugar en el mismo equipo que
su mejor amigo, Sergio, con el que tenía gran afinidad.
Un
día, en uno de esos partidos, otro compañero, Carlos, que jugaba en el equipo
contrario, cayó por tierra justo cuando tenía casi un gol metido, a dos minutos
de fin de partido. ¡Qué coraje le entró! pues podía haber hecho ganar a su
equipo. Quizás por este mal humor, cuando llegó a la fila para subir a la clase
y se topó con Alberto, que llevaba una gorra, le empujó para que subiera más
rápido, le insultó y le quitó la gorra arrojándosela lejos.
Sergio
salió en defensa de su amigo Alberto, pero Carlos desapareció escaleras arriba.
Sergio le dijo entonces a Alberto:
-
Es un tonto, yo de ti no le volvía a dirigir la palabra.
Pero
Alberto no dijo nada.
Al
día siguiente, al llegar la hora del recreo y de escoger equipo, le tocó a Alberto
pedir. Después de dos elecciones escogió también a Carlos. Sergio se acercó a
Alberto y le dijo:
-¿estás loco?
Entonces
Alberto respondió:
-oye Sergio, Carlos es muy buen
jugador; además le aprecio mucho porque el primer día que llegué a este colegio
tú no sabes el miedo que yo tenía, pues era un novato y todos se conocían. Carlos
ese día se me acercó, me enseñó todo el cole
e hizo que ya me metiera en un equipo a jugar. Se lo agradecí de corazón
y volví a casa mucho más tranquilo. Ayer
él estaba disgustado por lo del gol; chico, sólo por una cosita que me ha hecho
no voy a olvidar aquel favor que me hizo ¿no crees?
Sergio
hizo un gesto con la cabeza, como diciendo: bueno, vale… y jugaron
estupendamente aquella mañana.
HISTORIA DE LA CUARTA SEMANA: QUIERO
OTRA MAMA
(Recomendado para el día de la madre)
Había
una vez una chica, Carolina, ya adolescente, que se quejaba continuamente de su
madre.
-
Desde luego- decía – que suerte tiene mi amiga Alicia que su madre le deja ir
donde quiere y hasta la hora que quiere.
Otro
día era: pero ¿para qué me haces estudiar esta tarde, si todavía falta mucho
para los exámenes? ¡ay, mamá, qué aburrida eres!
O
si pasaban delante de un escaparate: mamá ¿cómo dices que no me hace falta otra
camiseta, si Marisa tiene por lo menos doce?
Y
así, día tras día. Sufría ella y hacía sufrir a sus padres, claro.
Un
día por la noche tuvo un curioso sueño. Resultaba que al ir por la calle, vio
una tienda con un rótulo que jamás antes había leído: “TIENDA DE MADRES”. El
escaparate mostraba grandes carteles: ¡¡Grandes ofertas!! , ¡Aproveche la
ocasión y cambie de madre!
Aquello
pedía entrar aunque fuera por curiosidad. El interior era amplio, iluminado y
agradablemente decorado. En las paredes había infinidad de cajones, cada uno
con un título. La tienda estaba llena de chicos y chicas, todos muy ajetreados
abriendo y cerrando los archivadores, leyendo la ficha técnica donde se
explicaban ampliamente las características de cada modelo de madre.
Carolina también se acercó a
los cajones y empezó a curiosear: Madre artista, Madre protectora, Madre rica…
Abrió uno que decía:
Madre
Deportista. Bueno… podría ser
interesante, a fin de cuentas a Carolina le gustaba mucho el baloncesto. Leyó:
“Le gusta mucho el deporte y le preocupa mucho estar en
forma y cuidar la dieta, por ello intenta que toda su familia coma mucha
verdura y fruta y rechaza chuches y dulces.
No sé… ¿ya no podría comer las tartas y
bizcochos que su madre le ponía todos los domingos? ¡y como me ponga espinacas
con frecuencia…!
Se levanta muy temprano y va a hacer
footing, siempre intenta, como buena madre, ir con alguno de sus hijos…
¡uy, que pereza, a mí que no me lo pida
los domingos!
Lo que no perdona nunca son las
caminatas de los sábados por la tarde con sus amigas, porque caminar es de suma
importancia para tener un corazón joven y fuerte”
Entonces, ¿ya no tendría los juegos de
sobremesa con toda la familia? ¡para una cosa buena que hacemos en casa!..Mira,
mejor dejo esta madre…
Luego
vio otro título atrayente: Madre belleza
Puede estar interesante, la verdad que la
madre de Begoña es guapísima y todos aplauden lo que dice o hace, incluso
cuando critica a alguien. Hasta viste ser amiga de Begoña…
“Es una madre que causa admiración.
Tiene una bonita cara y un tipo envidiable. Para ello gasta considerablemente
en productos de belleza, ropas y complementos que son de elevado precio. Por
supuesto mantenerse bella tiene un coste.
Vaya, pues si gasta tanto, adiós a mis
camisetas de antojo… lo mismo me recortaría más…
Tener esa imagen lleva también mucho
tiempo en arreglarse, maquillarse, lavarse el pelo…
Hum… lo mismo voy al baño y está siempre
ocupado…
Por supuesto se mira mucho en el
espejo y puede engreírse con facilidad.
¡Con lo que me fastidia a mí que no me
miren cuando quiero decir algo a alguien! Ya me la imagino respondiéndome ausente
sin retirar la mirada del espejo… nada, nada, no me convence... otra
Madre marchosa:
Le
gusta la marcha y salir todos los fines de semana, incluso hasta altas horas de
la noche…
Ésta seguramente está bien, porque si
ella sale, no verá mal que yo también lo
haga…yupiii
…
como consecuencia se levanta los sábados y domingos sobre las 11:00 ó 12:00…
¡uy!¿quién me llevará a mí a los
partidos? Lo mismo se enfada el entrenador y me deja sin jugar...
…
como le queda la mañana corta compra cualquier cosa para comer…
¡cualquier cosa!¡cualquier cosa! Lo
mismo nunca hace las croquetas que hace la mía, que son mi comida preferida… ¡ni
hablar!… fuera esta madre…
Y
así fue leyendo: Madre permisiva, Madre empalagosa, Madre lectora… Madre en su
punto…
¿Madre
en su punto? ¿Qué querrá decir? Voy a ver que pone.
Madre en su punto:
Es
una madre que quiere muchísimo a sus hijos, por ello busca siempre el bien de
ellos, aunque tenga que renunciar a algo...
Bueno, eso en realidad es lo que tiene
que hacer una madre…
…por
ello les enseña a realizar tareas domésticas, y aguanta las quejas y malas
caras con paciencia aunque preferiría hacerlo ella misma. Le anima pensar que
el día de mañana estarán preparados para llevar con soltura cualquier tipo de
situaciones.
…no creo yo que haga falta tanto, pero
en fin, aunque sea exagerada por lo menos tiene buena voluntad…
Lo
mismo ocurre con los deberes y estudios, siempre a punto para animar, proponer,
ampliar, apoyar en las dificultades…
Esta madre parece muy exigente; lo del
estudio es un rollo, pero la verdad es que cuando me atasco siento un gran
alivio cuando me lo explican y logro acabar los deberes…
Juega
con ellos, los lleva al parque, con bicis…
Eso al menos está muy bien, si señor,
jugar, claro que sí… Bueno, pues… pese a las limitaciones creo que ésta puede
considerarse una buena madre; creo que
ésta es la mejor que he visto.
Fue
al mostrador con la ficha del modelo y la solicitó.
-Ahora
mismo, señorita- dijo el vendedor amablemente.
Atravesó
las cortinas de la trastienda y apareció con una madre sonriente, con los
brazos abiertos.
Carolina
sintió un vuelco de alegría en su
corazón. Era su madre.
-¡Mamá!-
dijo emocionada, mientras se abrazaba a ella- ¡Te necesito!