jueves, 10 de abril de 2014

EDUCAR CON CUENTOS: EL AGRADECIMIENTO Y EL RESPETO

Siguiendo la metodología descrita en PROGRAMA DE EDUCACIÓN EN VALORES A TRAVÉS DE CUENTOS os proponemos el tema del agradecimiento y el respeto.


Podríamos definir el agradecimiento como la capacidad de valorar y mostrar agrado por todo lo que recibimos de otras personas, sus servicios, ayudas, cuidados…
Ser agradecidos supone un cierto grado de sensibilidad, la cual nos permite captar, “sentir” esa innumerable cantidad de beneficios y atenciones de las que somos objeto por parte de otros. Realmente recibimos de los demás mucho más de lo que pensamos.

El agradecimiento ayuda mucho a la buena convivencia, pues una persona agradecida  “cae” bien,  predispone a tratarla bien, mientras que la exigente o desagradecida produce antipatía y hasta  un insano deseo de pagar con la misma moneda. Una sencilla manera de contribuir  a que la sociedad no sea tan fría y distante, es aumentar las muestras de agradecimiento.


Agradecimiento en el hogar:

“Gracias papá, gracias mamá”… ¡Qué bien nos sientan estas palabras cuando las oímos! Parece que son como un bálsamo que alivia las “heridas”  producidas por el esfuerzo y la lucha de esta labor de ser padres y madres. Todas nuestras fatigas han merecido la pena.

Ciertamente el instinto de paternidad y maternidad es admirable, no  mide ni regatea esfuerzos a la hora de alimentarlos, cuidarlos y formarlos. A pesar de ello, cuando crecen y tienen edad de comprender y valorar, deseamos que se den cuenta de todo lo que han recibido; no tanto por nosotros, sino por ellos, porque ser desagradecidos, creerse con todos los derechos y que todo nos parezca poco, no adorna a nadie.

Ocurre que para ser  agradecidos, al igual que con otros valores, es necesario trabajar la sensibilidad. Mientras que unas manos sensibles tocan y perciben con precisión la textura de las cosas, unas manos encallecidas pierden esta capacidad. Aunque parezca mentira, también las personas pueden llegar a “encallecerse” y perder la capacidad de valorar y agradecer lo que se recibe de los demás, si no hacemos nada al respecto. Recordemos que los niños crecen hoy en una sociedad cómoda, donde, si nos descuidamos, reciben demasiado y apenas tienen que aportar (en muchas ocasiones, nos conformamos con el estudio…  si se le puede llamar estudio). Esto puede llegar a formarles la convicción de que tienen derecho a todo lo que se les da (y cada vez más) mientras que el aportar es ya una cuestión de gustos, de su inclinación o ganas… no hay obligación.


¿Qué podríamos hacer?

Se nos ocurren varias cosas.

Una, importantísima, es “que oigan” hablar de este valor, para que sepan que existe. Y como toda buena lección, junto a la teoría va el ejemplo que aclara todas las dudas. Si nosotros, padres y madres, somos agradecidos, nuestros hijos lo podrán ver e imitar; podríamos compararlo con el inglés, que se aprende mejor con unos padres ingleses que  con todas las academias del mundo juntas. Sería el momento de hacernos esta reflexión: ¿somos agradecidos? Quizás también nosotros podríamos aumentar nuestro nivel.

Desde el típico enseñarle de pequeñitos a decir gracias cuando reciben algo de alguien, a otras muchas cosas como que oigan agradecer y valorar la comida, el tiempo y esfuerzo que lleva prepararla; que oigan lo agradecidos que estamos del orden que han dejado en su habitación, de su colaboración en casa; que oigan cómo valoramos los aspectos positivos de sus profesores, que indudablemente tienen, y cuánto admiramos su labor tan meritoria, su esfuerzo, interés, tiempo y responsabilidad… en algunos a niveles inverosímiles… A fin de cuentas todos somos lo que somos gracias, entre otros, a los profesores que hemos tenido en nuestra vida y que han construido una pequeña etapa de nuestra formación.

Que oigan cómo agradecemos a los vecinos o amigos los favores recibidos y cómo estamos dispuestos a devolverles los favores como muestra de agradecimiento.

Han de oír de nosotros muchas cosas positivas de los demás y pocas negativas, pues es de justicia y objetivamente real. A nuestro alrededor existe un amplio paisaje de cosas positivas, si lo sabemos y queremos ver ¿vamos a detenernos justo en las desagradables?

Pero lo más valioso y lo que más bien les hace es que oigan de labios de mamá cosas bonitas de papá, y viceversa, que oigan de labios de papá cosas bonitas de mamá. Que oigan agradecernos el uno al otro lo que aporta el otro, lo que ayuda, sus cualidades, sus capacidades, sus atenciones… Que lo oigan, y que lo oigan con calor. Esto hace mucho bien a los hijos… y a los padres. Cuando nos sentimos valorados, nos sentimos bien. Además se ancla el deseo de no defraudar al que confía, espera y agradece nuestra labor, nuestra actuación. También nos ayuda a mirar con aprecio al que me agradece, así como miramos con más afecto al que decimos gracias; todos estos sentimientos aumentan la unión.

Que nos oigan, que nos oigan… ¡Realmente les contagiaremos ese sentir! Y serán positivos, sensibles y agradecidos.

Otra cosa que podríamos hacer es “actuar”. Los niños se hacen idea de la importancia de las cosas según sean nuestras reacciones. Por ejemplo, si ante una contestación maleducada no hacemos nada, deducen que no es muy grave lo que han hecho. Si rompen una figurita de porcelana y nos enfadamos mucho pensarán que es gravísimo (cuando en realidad puede haber sido un accidente  sin mucha culpa).

Si queremos hacer comprender lo importante que es valorar o agradecer, hemos de estar atentos. A lo mejor un día,  un niño de la clase que cumple años regala un detallito a todos. Resulta que ante aquel obsequio en vez de agradecerlo, se pone a protestar porque lo quería de otro color. Si esto ocurre por primera vez, hemos de explicarle que a todo hay que decir gracias sea lo que sea, porque el regalito es precioso (aunque a él no le guste; eso es problema suyo) y a fin de cuentas su compañero se lo regala con toda su ilusión y generosidad y se pondrá triste con su contestación. Pero si esto ocurre por segunda vez, le diremos que como no le gusta nos lo quedaremos nosotros para alguna ocasión que haga falta. Y no se lo daremos. De esta manera aprenderá a valorar, agradecer y pensar antes de hablar, y no dejaremos que crezca en él esa mala costumbre de exigir con menosprecio.

Esto puede aplicarse, siempre con serenidad y cariño, en muchas circunstancias y edades. Si no empezamos pronto, ¿qué ocurrirá en la adolescencia y juventud?


El agradecimiento “al instante” y el agradecimiento “a la larga”

El agradecimiento al instante, que acabamos de comentar, a pesar de todo, no suele faltar. Socialmente es considerado como un acto básico de educación.
Estamos prontos a dar las gracias y enseñarlo así a nuestros hijos cuando somos objeto de una atención u obsequio, cuando nos preguntan y se interesan por nosotros o cuando recibimos un servicio…. Sin embargo, el agradecimiento “a la larga”  es mucho más valioso y desgraciadamente no es considerado como  tan elemental y necesario. Sería un “tener memoria” de todos los detalles y beneficios recibidos de una determinada persona, aunque sea a bulto, y por ellos deberles una muestra de nuestra amistad, que se ha ganado a pulso, cuando llegue el momento preciso. Dice el refrán: “Los amigos se muestran en las ocasiones”. Eso es ser verdaderamente agradecidos.

Puede ocurrir  alguna vez que recibamos, por parte de un amigo o ser querido, unas palabras hirientes (incluso profundamente hirientes) o fuera de tono, o quizás una actuación poco adecuada, un olvido o desprecio… Antes de tirar por tierra esta amistad o relación, hemos de poner en práctica este agradecimiento “a la larga”. Hacer memoria de la cantidad de momentos compartidos, el apoyo, la ayuda… y mostrar que lo valoramos sabiendo, al menos, esperar. El agradecido está más pronto a la escucha que al rechazo y la venganza; da una nueva oportunidad, se pone en el lugar del otro e intenta comprender las razones de aquella actuación. Da oportunidad a un diálogo sincero, se muestra amigo y sea cual sea el resultado final de la conversación, es respetuoso y correcto pues no es justo olvidar en un instante tantos bienes recibidos.
Seamos agradecidos con todos y ganaremos en calidad humana.

Hablar con respeto

La primera muestra de agradecimiento de unos hijos  hacia sus padres es la de hablarles y tratarles con respeto. Los padres nos desvivimos por los hijos, y la cantidad de atenciones que les proporcionamos son incontables (o así ha de ser), bien lo sabemos. Desde su nacimiento hasta ahora ¡cuántos desvelos por la alimentación, salud, educación, por proporcionarles todo lo necesario en todo orden de cosas: ropa, actividades y tiempo libre.. también todo el apoyo, cariño y acompañamiento posible! 

No es que los padres queramos que nos lo agradezcan porque valoren nuestro esfuerzo, no. Lo queremos porque si son desagradecidos dejan mucho de desear como personas.

Por su bien y desde pequeñitos, hemos de enderezar la mala costumbre de hablar sin respeto. Siempre hemos de hablar con respeto, pero a unos padres o a personas a las que debemos tanto es la mejor y más justa manera de expresar nuestro reconocimiento y gratitud.

Nada de reirles las malas contestaciones con frases como: "Este llegará lejos en la vida..." o "a éste no le puede nadie..."

Convendrá recordarles: "Así, cariño, no se habla. Anda, dímelo bien". Y que lo repitan con el tono y forma debido. Nunca darles lo que piden cuando sea con exigencia o mala educación. Sería un gran error, ya que creerán que esta es la manera de conseguir las cosas  e incluso les motivará ponerse más agresivos si fuera preciso, cuando a la primera se les negó algo.

No nos preocupemos si lloran y molestan, nosotros con serenidad y hasta con una sonrisa sigamos haciendo lo que estuviéramos haciendo. Les diremos una vez: "No te preocupes, hijo,que te ayudaré o te atenderé cuando lo digas bien; te vas serenando y pensando... mientras sigo trabajando ¿vale?" Tampoco hará falta que lo repitamos más veces.

No nos extrañemos que el lloro continúe largo rato. Importa nuestro dominio y paciencia, con los días nos irán cogiendo el estilo y poco a poco irán entrando. Algunos antes, otros (según temperamento) después, pero al final (aunque sean meses o más...) entrarán. 
Si consentimos la falta de respeto en casa, estamos perdidos, de mayores no podremos con ellos y entra en juego su formación y su futuro. Hasta el nuestro.

Indudablemente, debemos repasar como anda en nosotros el respeto cuando hablamos. Esta es la mejor lección. No la despreciemos. El respeto es básico a todos los niveles: en la familia, en el trabajo, en la sociedad y a nivel mundial. El respeto es la base de la paz.

JUEGO MOTIVACIÓN: LOS GENIOS AGRADECIDOS

Nuestros hijos se van a convertir en unos “genios” de esos que salen de las lámparas maravillosas y están dispuestos a cumplir nuestros deseos, en  agradecimiento a haberles sacado de su pequeña lámpara. Nos pueden conceder un pequeño deseo por día. En realidad, unos días pueden ser ellos los genios, y otros podemos ser nosotros, porque nosotros también tenemos que agradecerles muchas cosas que hacen bien.

 Estos detalles de agradecimiento los vamos a escribir en las solapas del popular juego come-coco, que se hace doblando un cuadrado de papel. Si lo hacéis con un pliego de cartulina grande les hará mucha gracia. Podemos escribir en negro los detalles que queremos que nos hagan ellos y en rojo los que ellos quieren que les hagamos nosotros.

 Pintamos las solapas de colores. Cada día nos pedirán que digamos un número, harán mover el come-coco tantas veces como indica el número que hayamos dicho y a continuación escogeremos un color. Levantarán la solapita y leerán nuestro deseo ( o nosotros el suyo).
Ejemplos de deseos que nos gustaría recibir nosotros pueden ser: ordenar su habitación, decir gracias por la comida, sentarse pronto a estudiar cuando se le recuerde, preguntarle a papá o mamá cómo le ha ido la mañana, jugar tranquilos con su hemano(s)…   Como los conocemos, sabemos que les vendrá bien.
Detalles que podemos hacerles nosotros: jugar a una partida de cartas o de parchís, hacer un pastel juntos, leerles algún cuento, hacerles un día la cama para que "libren"...
Todo debe ser porque estamos agradecidos unos de otros, porque, en el fondo, siempre recibimos mucho de los demás.





HISTORIA DE LA PRIMERA SEMANA: PRECIO POR CADA TAREA

David era un niño de doce años que tenía una hermanita, Sara, que acababa de cumplir cuatro.
La quería mucho, pues había deseado enormemente tener un hermanito o hermanita hasta que nació ella y además resultó ser una niña muy agradable y cariñosa.
Un día los padres de David se vieron obligados a ausentarse un sábado porque los abuelos habían tenido un grave percance y tenían que atenderlos. Por más que pensaron con quién dejar a los niños, no encontraron a nadie. Viendo la urgencia del caso, que David era mayorcito, y que ambos niños eran responsables y sensatos, los padres decidieron marchar dejándolos solos.
-David- le dijeron- al final tendréis que quedaros solos hasta las cinco. Cuida mucho a Sara y portaos bien, sabemos que eres responsable  y nos fiamos de ti. Te dejaremos una hoja con un horario para que estéis ocupados.

Y así se fueron. David cogió la hoja y leyó el horario; había tiempo para todo: rato de estudio, rato de descanso, rato de trabajo, rato de juego… con todas las explicaciones para atender a su hermanita.
Cuando llegaron los padres se alegraron mucho de que todo estuviera en orden y de que David hubiera cuidado muy bien a Sara, con lo cual felicitaron mucho a los niños. Pero cuando los padres fueron a acostarse esa noche, vieron una carta que David les había dejado bajo la almohada. Decía así:
 
Queridos padres:
por haber hecho la cama de Sara   …0.50 €
                         mi cama               …0.50€
por haberle dado de comer a Sara  …0.50€
por haber barrido   la casa              …0.50€
por haber hecho los deberes           …0.50€
            …..
    total        5€

Los padres sintieron una profunda desilusión y tristeza al leerla. Se miraron en silencio y se acostaron, sin apenas articular palabra.
Al día siguiente, el padre entró en la habitación de David con toda naturalidad, para despertarle. David lo miró con cara de incertidumbre y hasta con un poco de apuro. De hecho no se había atrevido a darles la carta personalmente, pero, oye… ¡había hecho muchas cosas y se lo merecía!
Su padre le dijo: “David, mira debajo de tu almohada algo que  mamá y yo te hemos dejado …”  y salió de la habitación. David encontró un sobre, lo abrió con prisas y encontró… 5€  y… una cartita de papá y mamá.
-¿Qué será? – pensó el niño, y leyó:

Queridísimo hijo:
            Por haberte dado la vida… 0€
            Por las noches pasadas en vela para amamantarte y consolarte …0€
            Por cuidarte con cariño, alimentarte y procurarte vestido… 0€
            Por leerte cuentos, por ayudarte a los deberes …0€
            Por jugar al fútbol contigo                                …0€
            …
                                                                       Total …0€
            Te queremos mucho: papá y mamá.

Cuando David leyó la carta, le brotaron lágrimas en los ojos y se sintió profundamente avergonzado. Fue a la cocina, abrazó a sus padres y les pidió perdón por esperar dinero de cosas que se han de hacer sin medida, generosamente y por amor.


HISTORIA DE LA SEGUNDA SEMANA: EL PLATO DE MADERA

Ocurrió en una casa donde vivía una familia formada por un matrimonio, un hijo y el abuelo paterno. El abuelo era muy mayor. Después de haber pasado toda una vida trabajando duramente en el campo, de sol a sol, por ofrecer a sus hijos lo mejor, ahora le temblaban mucho las manos y aunque quería evitarlo, era imposible. Lo peor era a la hora de comer, pues se le caía la comida de la cuchara y se manchaba sin remedio. En varias ocasiones se le cayó el plato  rompiéndose éste y manchando el suelo. Ante este panorama, su hijo y la nuera se enfadaban y le reprochaban, hasta que tomaron la decisión de hacerle un plato de madera y llevarlo a comer aparte, en el patio, donde no hubiera tanto problema de ensuciar. Allí, el pobre anciano comía como podía, notando muchas veces cómo se le deslizaba la sopa por la barbilla y sobre todo la humillación.
Un día, cuando el padre de familia llegó de trabajar del campo, encontró a su hijito tallando una madera.
-¿Qué  haces, hijo, con esa navaja tallando un trozo de madera?
-Mira papá- le dijo con inocencia y como quien ha tenido una buena idea- estoy tallando un plato de madera para ti, para cuando seas tan viejecito que te tiemblen las manos y tengas que comer fuera.
Fue entonces cuando el padre se dio cuenta de su actitud desagradecida y arrogante. Esa misma noche hizo pasar al abuelo, le sentó a la mesa y con sus propias manos le llevó la cuchara a la boca, le limpió suavemente la barbilla porque comprendió que era el momento de devolverle toda la atención que en su vida había recibido de él.
(Cuento popular)


HISTORIA DE LA TERCERA SEMANA: SOLO POR UNA COSITA NO VOY A OLVIDAR

En la clase de Alberto había 22 niños. Se llevaban bien, bueno…  había alguna que otra peleilla  de vez en cuando, pero dentro de lo normal. Alberto había llegado hacía dos años al colegio, y pronto estuvo muy integrado. En el recreo hacían partidos de fútbol y él solía jugar en el mismo equipo que su mejor amigo, Sergio, con el que tenía gran afinidad.
Un día, en uno de esos partidos, otro compañero, Carlos, que jugaba en el equipo contrario, cayó por tierra justo cuando tenía casi un gol metido, a dos minutos de fin de partido. ¡Qué coraje le entró! pues podía haber hecho ganar a su equipo. Quizás por este mal humor, cuando llegó a la fila para subir a la clase y se topó con Alberto, que llevaba una gorra, le empujó para que subiera más rápido, le insultó y le quitó la gorra arrojándosela lejos.
Sergio salió en defensa de su amigo Alberto, pero Carlos desapareció escaleras arriba. Sergio le dijo entonces a Alberto:
            - Es un tonto, yo de ti no le volvía a dirigir la palabra.
Pero Alberto no dijo nada.
Al día siguiente, al llegar la hora del recreo y de escoger equipo, le tocó a Alberto pedir. Después de dos elecciones escogió también a Carlos. Sergio se acercó a Alberto y le dijo:
-¿estás loco?
Entonces Alberto respondió:
-oye Sergio, Carlos es muy buen jugador; además le aprecio mucho porque el primer día que llegué a este colegio tú no sabes el miedo que yo tenía, pues era un novato y todos se conocían. Carlos ese día se me acercó, me enseñó todo el cole  e hizo que ya me metiera en un equipo a jugar. Se lo agradecí de corazón y volví a casa mucho más tranquilo.  Ayer él estaba disgustado por lo del gol; chico, sólo por una cosita que me ha hecho no voy a olvidar aquel favor que me hizo ¿no crees?
Sergio hizo un gesto con la cabeza, como diciendo: bueno, vale… y jugaron estupendamente aquella mañana.


HISTORIA DE LA CUARTA SEMANA: QUIERO OTRA MAMA
(Recomendado para el día de la madre)

Había una vez una chica, Carolina, ya adolescente, que se quejaba continuamente de su madre.
- Desde luego- decía – que suerte tiene mi amiga Alicia que su madre le deja ir donde quiere y hasta la hora que quiere.
Otro día era: pero ¿para qué me haces estudiar esta tarde, si todavía falta mucho para los exámenes? ¡ay, mamá, qué aburrida eres!
O si pasaban delante de un escaparate: mamá ¿cómo dices que no me hace falta otra camiseta, si Marisa tiene por lo menos doce?
Y así, día tras día. Sufría ella y hacía sufrir a sus padres, claro.

Un día por la noche tuvo un curioso sueño. Resultaba que al ir por la calle, vio una tienda con un rótulo que jamás antes había leído: “TIENDA DE MADRES”. El escaparate mostraba grandes carteles: ¡¡Grandes ofertas!! , ¡Aproveche la ocasión y cambie de madre!
Aquello pedía entrar aunque fuera por curiosidad. El interior era amplio, iluminado y agradablemente decorado. En las paredes había infinidad de cajones, cada uno con un título. La tienda estaba llena de chicos y chicas, todos muy ajetreados abriendo y cerrando los archivadores, leyendo la ficha técnica donde se explicaban ampliamente las características de cada modelo de madre.
Carolina también se acercó a los cajones y empezó a curiosear: Madre artista, Madre protectora, Madre rica… Abrió uno que decía:

 Madre Deportista. Bueno… podría ser interesante, a fin de cuentas a Carolina le gustaba mucho el baloncesto. Leyó:
            “Le gusta mucho el deporte y le preocupa mucho estar en forma y cuidar la dieta, por ello intenta que toda su familia coma mucha verdura y fruta y rechaza chuches y dulces.
No sé… ¿ya no podría comer las tartas y bizcochos que su madre le ponía todos los domingos? ¡y como me ponga espinacas con frecuencia…!
            Se levanta muy temprano y va a hacer footing, siempre intenta, como buena madre, ir con alguno de sus hijos…
¡uy, que pereza, a mí que no me lo pida los domingos!
            Lo que no perdona nunca son las caminatas de los sábados por la tarde con sus amigas, porque caminar es de suma importancia para tener un corazón joven y fuerte”
Entonces, ¿ya no tendría los juegos de sobremesa con toda la familia? ¡para una cosa buena que hacemos en casa!..Mira, mejor dejo esta madre…

Luego vio otro título atrayente: Madre belleza
 Puede estar interesante, la verdad que la madre de Begoña es guapísima y todos aplauden lo que dice o hace, incluso cuando critica a alguien. Hasta viste ser amiga de Begoña…

            “Es una madre que causa admiración. Tiene una bonita cara y un tipo envidiable. Para ello gasta considerablemente en productos de belleza, ropas y complementos que son de elevado precio. Por supuesto mantenerse bella tiene un coste.
Vaya, pues si gasta tanto, adiós a mis camisetas de antojo… lo mismo me recortaría más…
            Tener esa imagen lleva también mucho tiempo en arreglarse, maquillarse, lavarse el pelo…
Hum… lo mismo voy al baño y está siempre ocupado…
            Por supuesto se mira mucho en el espejo y puede engreírse con facilidad.
¡Con lo que me fastidia a mí que no me miren cuando quiero decir algo a alguien! Ya me la imagino respondiéndome ausente sin retirar la mirada del espejo… nada, nada, no me convence...  otra

Madre marchosa:
Le gusta la marcha y salir todos los fines de semana, incluso hasta altas horas de la noche…
Ésta seguramente está bien, porque si ella sale, no verá mal que yo también  lo haga…yupiii
… como consecuencia se levanta los sábados y domingos sobre las 11:00 ó 12:00…
¡uy!¿quién me llevará a mí a los partidos? Lo mismo se enfada el entrenador y me deja sin jugar...
… como le queda la mañana corta compra cualquier cosa para comer…
¡cualquier cosa!¡cualquier cosa! Lo mismo nunca hace las croquetas que hace la mía, que son mi comida preferida… ¡ni hablar!… fuera esta madre…

Y así fue leyendo: Madre permisiva, Madre empalagosa, Madre lectora… Madre en su punto…
¿Madre en su punto? ¿Qué querrá decir? Voy a ver que pone.

Madre en su punto:
Es una madre que quiere muchísimo a sus hijos, por ello busca siempre el bien de ellos, aunque tenga que renunciar a algo...
Bueno, eso en realidad es lo que tiene que hacer una madre…
…por ello les enseña a realizar tareas domésticas, y aguanta las quejas y malas caras con paciencia aunque preferiría hacerlo ella misma. Le anima pensar que el día de mañana estarán preparados para llevar con soltura cualquier tipo de situaciones.
…no creo yo que haga falta tanto, pero en fin, aunque sea exagerada por lo menos tiene buena voluntad…
Lo mismo ocurre con los deberes y estudios, siempre a punto para animar, proponer, ampliar, apoyar en las dificultades…
Esta madre parece muy exigente; lo del estudio es un rollo, pero la verdad es que cuando me atasco siento un gran alivio cuando me lo explican y logro acabar los deberes…
Juega con ellos, los lleva al parque, con bicis…
Eso al menos está muy bien, si señor, jugar, claro que sí… Bueno, pues… pese a las limitaciones creo que ésta puede considerarse una buena madre;  creo que ésta es la mejor que he visto.

Fue al mostrador con la ficha del modelo y la solicitó.
-Ahora mismo, señorita- dijo el vendedor amablemente.
Atravesó las cortinas de la trastienda y apareció con una madre sonriente, con los brazos abiertos.
Carolina sintió un vuelco de alegría  en su corazón. Era su madre.
-¡Mamá!- dijo emocionada, mientras se abrazaba a ella- ¡Te necesito!