martes, 24 de marzo de 2015

EDUCAR LA VOLUNTAD


Podríamos definir la voluntad como la capacidad que posee una persona de hacer  lo que se propone, aunque sea difícil o costoso. No hace falta ser muy observador para detectar la incoherencia del ser humano: una cosa es lo que sabe y dice, y otra lo que hace en realidad: desde fumar, a los malos hábitos alimenticios, la vida sedentaria, el consumismo… Aunque nuestra razón nos indique la conveniencia de una acción frente a otra, incluso la deseemos verdaderamente, podemos ser totalmente incapaces de llevarla a cabo si es más costosa.  La apetencia del momento, nuestra  debilidad o cualquier interés egoísta puede vencernos con una facilidad espantosa.

Goleman, psicólogo estadounidense, definió la fuerza de voluntad autorregulación, como la capacidad para diferir o aplazar las gratificaciones de manera racional y consistente, y la incluyó como uno de los rasgos básicos de lo que todos conocemos como inteligencia emocional. La fuerza de voluntad o palabras como esfuerzo, disciplina o sacrificio están infravaloradas e incluso penalizadas en la actual cultura de la inmediatez, explica y añade que: “la ciencia ha demostrado que quienes se han dedicado a cultivar su fuerza de voluntad, han invertido en su educación y en su felicidad”.

¿ES TAN IMPORTANTE TRABAJAR LA VOLUNTAD?

¿De qué nos sirve el mejor coche del mundo sin gasolina? No irá a ninguna parte. Lo mismo podemos pensar de un barco a la deriva; está a merced de las corrientes. Así ocurre con las personas cuando falta la fuerza de  voluntad, aunque se tengan muchas cualidades.

Esta fuerza aleja a la persona de decisiones o acciones que la arruinan así como puede llevarla a su máxima realización y felicidad. Buena razón lleva el refrán: “Hace más el que quiere que el que puede”.

Hoy día se aprecia una gran falta de voluntad tanto en niños como en adultos. El fracaso escolar,  es una de sus consecuencias.

Si pudiéramos comprarla, ¿no la compraríamos para nosotros y para nuestros hijos? Sin embargo no puede comprarse. Pero afortunadamente podemos adquirirla con esfuerzo y constancia, que están al alcance de todos.

ALGUNAS PISTAS PARA TRABAJAR LA VOLUNTAD:

1. Ejercicio: Podemos comparar la voluntad con un músculo que se fortalece en la medida que lo hacemos trabajar. Hay que empezar por un pequeño propósito, asequible, cada día. Empezar por un mínimo esfuerzo que nos sintamos capaces de hacer e ir aumentando poco a poco. Puede ser para nosotros o para nuestros hijos. Por ejemplo: prohibido chillar o enfadarse en una hora; comer alguna pequeña cantidad de un alimento que no nos gusta; mantener ordenado un cajón durante una semana; hacer un favor al día; estudiar X tiempo establecido…

2. No pensar nunca “Lo siento, no puedo, yo soy así…” Es cierto que soy así, pero puedo cambiar,  puedo y quiero. Ver con naturalidad que este proceso conlleva muchas caídas. El fracaso no es caer, sino dejar de intentarlo. Ser luchadores, con decisión.

3.  Acompañamiento. Mejor contar con alguien que nos anime y nos siga el propósito, a veces nosotros solos abandonamos muy pronto.

4. Con los niños, un estilo de no preguntarles tanto.

Esto que parece una tontería, tiene unas consecuencias negativas más que considerables. Aquí corremos el riesgo de caer todos.


            -¿qué quieres para merendar?
            -¿quieres que te apuntemos a inglés?
            -¿te apetece el sábado ir a la ludoteca?
            -¿nos vamos ya para casa?

Estas preguntas transmiten que el adulto considera que cualquier cosa que el niño decida es válida, tanto lo mejor como lo caprichoso, en lugar de un: “las cosas convenientes se hacen y estamos tan seguros de ello que no nos las cuestionamos”. Si las preguntas son frecuentes y los niños deciden lo que les apetece, aparte de crecer con el convencimiento de que tienen derecho a decidir, se acostumbrarán a lanzarse a la opción fácil. ¿Quién los sacará, entonces, de allí? No podrán “entrenarse” en superar la dificultad inicial, ni comprobar las beneficiosas consecuencias de las buenas opciones.


Volviendo a las cuatro preguntas anteriores podríamos decir lo mismo en estos términos:

            -Hoy, jamón para merendar…¡qué rico!
            - Como el inglés es tan importante hoy en día, nos ha parecido que te irá fenomenal apuntarte a una academia. Ya verás cómo adelantas…
            - El sábado vamos a ir a la ludoteca; como no tienes fútbol es una oportunidad genial…
            -Bueno, chicos, es la hora de irnos a casa ¡vamos!



Esta postura transmite seguridad y enseña al niño que las cosas se hacen porque hay una buena razón ¿para qué vamos a preguntarle a las ganas? Suelen ser malas consejeras.

Con este empujoncito, las realizan y pueden comprobar que son capaces y hasta más felices.
Con naturalidad tenemos que proponer lo mejor, sin dar tantas opciones a "lo que apetece". La apetencia nunca será una razón sólida.


5- Ante sus quejas, actuar como si nos hubieran dicho “sí”.

Sabemos muy bien que aprenderían a montar nuevos teatros si ven que con quejas y protestas consiguen lo que quieren.
Esto supone que los padres debemos pensar bien lo que les vamos a pedir, ya que luego debemos procurar mantenernos en lo dicho. Esto no se contrapone con escuchar las objeciones que los hijos nos pongan, tenerlas en cuenta y decidir razonablemente en base a ellas. Si un cambio es razonable, les enseñamos también que nosotros estamos dispuestos al diálogo y a aceptar otras posibles soluciones. Pero si creemos que lo que les pedimos es lo mejor … pues a actuar con decisión, alegría y buen humor en medio de una tormenta de quejas y malas caras ¡No pasa nada!


JUEGO MOTIVACION:

Si empezamos desde muy pequeños este estilo, nos irá mejor. Cuando vengan a darse cuenta estarán bastante habituados y formados en la voluntad. Para motivar a los pequeños a tener constancia y voluntad con los propósitos, vamos a intentar encontrar algo que les anime a  intentarlo.
Podríamos hacernos un álbum casero. Como todos tenemos cuentos muy bonitos, podemos calcar los personajes que más les gustan; los recortamos y le damos forma de cromos. Si doblamos unos folios por la mitad, nos quedará un pequeño cuadernillo. Pintamos la portada y en el interior ponemos el título de  cuentos famosos: Peter Pan, Caperucita, Heidi, Los tres cerditos… rotulando las siluetas de los cuatro personajes principales del cuento, para que peguen allí después los cromos.

Ahora se trata de ganarse los cromos. Para hacerlo más interesante dibujamos en una cartulina un paisaje con un lago y unas barcas. Cada hijo tiene una barca y debe llegar a la otra orilla del lago, en varios pasos. Cuando ha cumplido su propósito se adelanta una posición. Una vez ha llegado, puede llevarse a uno de los personajes de los cromos  que están allí esperando y vuelve a empezar en el embarcadero.
Los cromos van sin pintar, así ellos se lo colorean a su gusto y  les queda tan bonito que les gusta remirarlo.