miércoles, 15 de marzo de 2017

COMO AYUDAR DESDE CASA PARA UNA BUENA CONVIVENCIA ESCOLAR




Puesto que el hombre es un ser sociable por naturaleza, se realiza y necesita relacionarse con los demás. El  arte de saber vivir con otras personas es lo que llamamos convivencia. De la calidad de esa convivencia dependerá también  la calidad de nuestra vida afectiva, lo que nos proporcionará  un grado de bienestar y felicidad mucho mayor que el que pueda darnos la calidad de las instalaciones donde  vivamos o de los objetos que nos rodeen.
Visto así, la  asignatura de “saber convivir” se convierte en una de las más básicas y prácticas que necesita una persona y el lugar idóneo para aprenderla es el hogar, donde la convivencia es más íntima e intensa.
Vamos a ver cómo los padres y madres podemos ayudar a la buena convivencia escolar. Daremos pautas para actuar antes de que sucedan los conflictos escolares y para  actuar después.

CÓMO AYUDAR ANTES DE QUE SUCEDAN LOS CONFLICTOS

En la educación mejor es ir por delante, proponiendo y formando los valores que les ayuden a conducirse por la vida con acierto, que por detrás arreglando y reprochando sus errores. Es decir, en la educación es mejor eso: “Educar” y de esta forma sencilla se evitan muchos problemas.

1.- Procurar ganarnos la confianza de nuestros hijos.
Para ello conviene “estar” con ellos,  compartir juegos, tiempo… acostumbrarnos a hablar con ellos de todo, de sus clases, asignaturas, de cosas que pasan, amigos…  Si un niño no tiene costumbre de hablar con sus padres, le resultará muy difícil contar sus conflictos, sus sentimientos…

2.- Nunca poner cara de enfado ni de disgusto cuando nos cuenten algo.
Si en vez de explicarles con cariño lo que hubiera sido más correcto, empezamos a alarmarnos o incluso a reñirles, tendrán miedo de contarnos las cosas otra vez, sobre todo cuando intuyan o sepan que ellos también tienen algo de culpa. Esto puede crear separación, con sus funestas consecuencias. Si nos ha pillado de sorpresa y nos hemos enfadado, que no falte el pedirles perdón y hacerles notar que en el fondo nos ha dado una gran alegría que haya sido valiente en contar la verdad.

3._ Aumentar la actitud de “comprensión”.
Nadie es perfecto. Más bien todo lo contrario  ¡qué frágiles y limitados somos! Un ejemplo: nosotros mismos. Aun poniendo toda nuestra buena voluntad ¡qué fácilmente fallamos! Hemos de aprender a ver con naturalidad esta condición.  Sin embargo ¡cuántas veces no somos comprensivos  con otros miembros de la familia!
 La mejor manera de enseñar a ser compresivos, es la misma que para enseñar un idioma, “por inmersión” ¡con lo difícil que es el chino y hay que ver lo bien que lo hablan los niños chinos!  Del mismo modo, si nosotros, padres “somos” comprensivos, aprenderán a comprender. Por ejemplo, cuando alguien en casa se equivoca, abundar en frases como: “Todos tenemos malos momentos…” “Se le habrá olvidado, pero ahora mismo lo va a hacer…” o  “Está muy cansado, piensa cuando tú vienes del entrenamiento…” “Bueno, todos no valemos para lo mismo, cada uno tiene su especialidad…”  “Espera un poco, ya sabes que es así, pero luego es más bueno que el pan…”
También  entre nosotros, padre y madre, disculparnos, esperar, dar un margen ancho y nunca hablar mal del  otro delante de un hijo.
Ser comprensivos no quiere decir pasarles todo, sino comprender y disculpar   la inexperiencia, la inmadurez, la debilidad, no presuponer mala voluntad, hablar  con calma aunque tengamos que poner un límite. Ni la insistencia ni el tono arreglan nada, bien lo sabemos, antes nos irritan más.

4.- Aceptar las diferencias.
Somos seres únicos e irrepetibles, así de rica es la variedad humana. Añadamos a esto que cada uno está marcado por múltiples factores: la educación recibida, costumbres y cultura,  el entorno que nos rodea,  el bombardeo de los medios de comunicación, los sufrimientos o tensiones que cada uno vive, la salud o estado físico… por tanto no podemos esperar que todo el mundo actúe como yo espero. Otra cosa que debemos enseñar a nuestros hijos: aceptar con naturalidad la forma de ser de cada persona, empezando por los de casa.

5.- Cultivar actitudes positivas de reencuentro:

Quitar hierro al asunto: No exagerar los fallos ajenos; a veces dificultamos el reencuentro porque atribuimos demasiada culpa a la falta cometida. Objetivamente: muchas cosas las vemos subjetivamente. Seamos desenfadados  y posiblemente seremos más justos.

Disculpar y pedir disculpas.
Practicarlo en los pequeños roces que surgen en casa. Cuando nosotros, padres y madres, hemos perdido el control, es bonita la naturalidad y facilidad que tienen los niños en perdonarnos, olvidar y empezar de cero. Esta vez aprendamos de ellos a  tener un corazón grande ¡nada de rencores en familia! A los adultos, pedir perdón nos cuesta, por tanto, cuando lo hacemos demostramos fortaleza y cuando no lo hacemos demostramos orgullo, que no es lo mismo.


COMO AYUDAR DESPUÉS DEL CONFLICTO:

1.-Escuchar con calma, intentando captar, comprender lo que ha sucedido, si el hecho es reincidente…  A veces nos cansa escucharles y no ponemos atención, incluso damos consejos a la ligera sin habernos enterado bien.

2.-Poner en duda la versión de nuestro hijo. Con cariño y con preguntas intentar  sacar la verdadera historia. Todos sabemos que tendemos a agrandar las faltas del otro y disminuir, incluso ocultar las propias. Aún con niños muy sinceros, no está garantizada la autenticidad de la versión,  pues ellos pueden estar muy convencidos de que su interpretación es la correcta y no serlo. Ni creernos todo a pies juntillas, ni no creerle y decirle de primeras: ¡qué habrás hecho tú!

3.- Actuar en proporción a la falta.

    Si la falta está dentro de la normalidad en la vida escolar, como niños que son:
             -Podemos animarle a pensar cómo hubiera sido la actitud correcta, en él y en el otro.

          -Animarle a que, cuando ocurran los conflictos, se exprese sin miedos y diga, con todo el respeto del mundo, lo que crea que procede.

           -Ayudarle a reconocer su parte de culpa y pedir perdón por lo que hizo mal. Esto es muy importante. Cuando pensamos que alguien nos ha hecho mal, recibir su disculpa nos sabe a que se nos  ha hecho justicia y nos sentimos mejor.

          -Potenciar la actitud de “tender puentes”, será más fácil si en casa vivimos aquello de la comprensión, aceptar las diferencias, quitar hierro y no dramatizar. Animarles a no ser rencorosos y explicarles aquella frase de: ”Es mejor tener amigos que enemigos”. El rencor no soluciona nada, más bien lo empeora, pues si tratamos mal al otro, éste se sentirá herido y tendrá deseos de volver a molestar.  Si el conflicto no es muy serio, la gran mayoría de niños vuelven a ser amigos cuando se les anima a ello. Animémosles pues, es a nosotros, los adultos, a los que nos cuesta olvidar, por eso no queramos meterlos en nuestros moldes. Por ejemplo digámosle: “Venga, mañana cuando le veas dile:  -Hola, perdona lo de ayer… oye ¿de qué es tu bocadillo? - Y ya verás como  todo vuelve a la normalidad”.
Si nos ven convencidos y tranquilos  a nosotros, ellos no harán ningún problema, pero si nos ven acalorados y dando vueltas al asunto, pensarán que debe haber sido muy gordo lo ocurrido y harán el papel correspondiente.

          -Valorarle que haya contado lo ocurrido y animarle a que lo haga siempre que tenga algún problemilla, decirle que nos gusta mucho poder ayudarle que para esos estamos los padres. Si el niño encuentra agradable ese ratito, tenemos la puerta abierta para que pueda acercarse sin miedo cuando surja una nueva situación.

    Si es reincidente o algo más serio:

     -Debemos hablar con el profesor o tutor. Es bueno saber su versión. Si no fuera consciente de lo ocurrido, es bueno tenerlo avisado para que pueda vigilar a los implicados y poder prevenir un nuevo incidente.

    -También podemos hablar con los padres del niño o niños implicados. No nos referimos a comentarle cualquier nimiedad que me haya molestado, sino  de un problema que consideramos algo más serio o  que es reincidente y empieza a inquietar.  Para ello hemos de asegurar unas ciertas condiciones, sino en vez de arreglarlo podemos estropearlo aún más:

-Acerquémonos con amabilidad. Vamos a hablar para ver si, entre todos, arreglamos ese problema de convivencia entre nuestros hijos.  En el fondo, eso es lo que queremos todos.

-No vamos a echar culpas a  nadie, dudemos  de la versión de nuestros hijos.

-Pidamos disculpas de la parte que nos toca, que seguramente algo habrá.

-Sepamos escuchar sin interrumpir y estemos abiertos para que nos puedan decir cómo ven ellos las cosas. Escuchar con calma, escuchar todo. Recordar aquella frase de Groucho Marx: “Más vale callar y parecer tonto, que hablar y disipar completamente las dudas”.

- No remover asuntos pasados que ahora no vienen a cuento.

-Aceptar sin justificarnos, todo lo que se diga de nuestro hijo (¡¡prueba de fuego!!) Estar convencidos de que nos viene MUY BIEN para conocerle. Ninguno estamos libres del peligro de  “ceguera” y “sobreprotección” cuando se trata de nuestros hijos.

-Seamos nobles, reconozcamos que tienen razón cuando la tienen. No queramos disimular, ni excusar, ni atenuar, ni defender por defender a nuestros hijos. En ese caso, reconocer nuestro fallo y pedir disculpas.


SUPONGAMOS UN CONFLICTO EN CLASE, para comentar entre todos:

Vicky y Laura son amigas, siempre van juntas en el recreo y  se apoyan para todo, por eso van cogiendo fuerza y con derecho a gobernar. La verdad es que son bastante “marimandonas”.

Ven que Sara, Pedro, Carmen y Tomás juegan a balontiro en una esquina del patio. Vicky y Laura quieren jugar y se meten en el campo. Sara coge la pelota y les dice que es suya y que no les dejan jugar porque  están muy a gusto así. Como a Vicky le ha sentado muy mal la negativa, ni corta ni perezosa agarra del pelo a Sara y la empieza a estirar de tal manera que le arranca un impresionante mechón de pelo. A esto los otros tres  empujan a  Vicky,  y de paso a Laura por ser su amiga y las tiran al suelo, luego  se marchan corriendo.
Al llegar a casa, Vicky  cuenta a sus padres que unas niñas y niños de su clase no les dejan jugar con ellos y encima les han tirado al suelo para que se vayan. Ante esto el padre de Vicky se presenta a la hora de salida del cole, entra en el recinto y espera en una esquina del edificio a Sara. Esta llega junto con Carmen.  El padre de Vicky dirigiéndose  a Sara le dice que son unas malas compañeras y que como vuelva a tocar a su hija, le pega un bofetón que le rompe las gafas.

Cuando Sara y Carmen llegan a su casa, cuentan “su versión” y sus padres les dicen que no les hagan caso, que son un par de tontas y que con esa gente mejor que no se junten y por supuesto que si quieren jugar otra vez les digan que ni hablar.



                

miércoles, 1 de marzo de 2017

EDUCAR CON CUENTOS: EDUCACIÓN SOCIAL


Siguiendo la metodología descrita en PROGRAMA DE EDUCACIÓN EN VALORES A TRAVÉS DE CUENTOS os proponemos el tema de la Educación social.

Otro tema para trabajar con los niños. Hay muchos ámbitos donde practicarlo. Nosotros proponemos cuatro áreas; cada cuento trata una, para poder trabajar todo el mes sobre esto:

  • Educación en la mesa (cómo se debe comportar uno en la mesa)
  • Educación en lugares públicos (autobuses, bibliotecas, salas de espera, tiendas…)
  • Educación al hablar (tonos, respeto, maneras…)
  • Educación social (saludos, pedir permiso o disculpas…)

En realidad, una semana queda corta para trabajar un aspecto. Sólo queríamos mostrar las muchas facetas que se pueden tener en cuenta, pero luego cada uno que lo adapte a las necesidades y tiempos que vea necesario para sus hijos.

¡Cuántas cosas nos gustaría que hicieran bien nuestros hijos, sobre todo cuando descubrimos, apurados ante otras personas, sus malos modales o comportamientos! Por ejemplo cuando acompañamos a nuestro hijo a un cumpleaños y aparece la anfitriona con una fuente de patatas fritas. Observamos como todos los niños, incluido el nuestro, se abalanzan como un solo hombre sobre ellas y en pocos segundos “extinguen” la especie. Parece que no valen de nada las observaciones que padres/madres les hacemos en ese momento, por más que les reprochamos, avergonzados y escandalizados de sus modales. O cuando se va en autobús público y actúan sin darse cuenta que existen otras personas, moviéndose sin cuidado o alborotando con risas y gritos, que parece imposible controlar.

Ya sabemos que es muy difícil conseguirlo en poco tiempo. Pero esto no tiene que desanimarnos. La constancia alcanza grandes logros en la vida.

Muy bien, diréis, pero ¿cómo hacerlo, si ya les hemos dicho mil veces cómo debe portarse y no nos hace caso? Podría ayudar tener dos principios:

  • No caer en aquello: “Imposible, no hay quien pueda con ellos”. Si lo dejamos correr ya si que no hay nada que hacer, y eso es, sin duda, un grandísimo mal para ellos. No ceder, de ninguna manera, a la tentación de quitarle importancia. Aunque sean niños, deben ser educados.
  • Tener muy claro, nosotros educadores, que debemos enseñar que hay que hacer lo correcto y no lo incorrecto. Si estamos muy convencidos de esto será muy fácil y natural el aprendizaje.

Pongamos de nuevo el caso del cumpleaños. Si no nos hicieran caso de las advertencias a la primera (señal de que ese punto lo llevan flojo y se debe trabajar), no menear la cabeza como diciendo: “Estos chicos…” y no hacer absolutamente nada. No. Habríamos de buscar un rato de diálogo tranquilo en casa:

“- Oye, ¡qué bien nos lo hemos pasado! Dime qué es lo que más te ha gustado de la fiesta y lo que menos. Luego yo también te diré lo que más y lo que menos me ha gustado.

- pues tal y tal.

- muy bien… pues a mí, lo que más… y lo que menos ver como os lanzábais sobre las patatas. No es bonito ser tan desesperado y caprichoso…además no pensasteis en otros niños que puedan venir después, les dejasteis sin nada. (Podéis darle muchas otras razones, que las hay). Mira, no lo vuelvas a hacer más. Para ir a un cumpleaños hay que saber estar en un cumpleaños. La próxima vez lo haremos bien, y si no sabemos estar, sencillamente no iremos al siguiente (y lo que se dice se hace).

¿No creéis que esto es mucho más efectivo?

Tocaría también hacer un recordatorio de la buena conducta el día que el niño vaya a ir al próximo cumpleaños (o cualquier otra visita). Y después hablar sobre eso a la vuelta. En la educación hay mucha tarea preventiva, que evitará muchos fallos.

En las ocasiones oportunas, hacerles pensar en el fin que tienen las cosas y por tanto cómo es el uso correcto de ellas. Pongamos algunos ejemplos:

Si cogen propagandas sin ton ni son, hay que hacerles pensar que posiblemente el anunciante no tenía intención de pagarle los quince aviones de papel que hizo, si no que querría que llegara la información de sus productos al mayor número posible de gente. Por eso, si nos interesa la información la cogemos, si no, la dejamos para otros vecinos que puedan quererla. Además aprendemos a no malgastar papel, que ya sabemos que reduce la tala de árboles.

Algo muy similar pasa con las bolsas de plástico que algunos supermercados aún regalan. Se cogen las necesarias para transportar los productos comprados. Nada más.

Otro ejemplo es el uso del agua de las fuentes públicas. Hacerles pensar que el agua es un recurso limitado que hay que ahorrar, no la derrochemos en juegos innecesarios (¡tantos litros que se llegan a gastar en verano en globos de agua y lo sucio que queda el parque con los restos de globos explotados!) El agua es para saciar la sed o limpiarse en un momento determinado y debemos cuidar de no malgastarla, igual que lo hacemos en casa. Fijémonos que cuando las cosas son nuestras y las pagamos (pequeño detalle) educamos mejor y usamos las cosas más correctamente. Sin embargo, la educación de los hijos debe seguir el mismo criterio si queremos ser auténticos, coherentes.

Todo esto lo podemos extender al uso de mil cosas: parques, columpios, papeleras, bancos… pensar para qué se ha hecho algo y respetarlo, que supone usarlo correctamente. Cuando llegue la oportunidad, que “llueva” un criterio:

“Qué banco tan estupendo, dan ganas de sentarse… vamos a sentarnos y tratarlo con cuidado para que otros se lo encuentren tan limpio como nosotros…”

Debemos decirles también que así cuidamos nuestra ciudad y la sociedad en su conjunto, y por consiguiente el medioambiente y los recursos del planeta.

Esta firmeza y constancia en enseñarles estos aspectos tiene mucha más importancia de la que parece a simple vista. Les ayuda a comprender que las cosas tienen su propio sentido y que no se pueden usar a nuestro antojo, como si fuéramos los reyes del mundo. El que aprende a respetar las cosas también aprenderá a tratar con respeto a todas las personas.

Realmente esta actitud nos enriquece y al contrario, nos empobrecemos cuando somos seres egocéntricos que usamos las cosas a nuestra conveniencia, de forma caprichosa y hasta irracional. Sin ese respeto es difícil aprender a convivir.

De este modo adquiere importancia cualquier pequeño aspecto de la educación social.

JUEGO MOTIVACION PARA EL MES DE LA EDUCACION SOCIAL

Como juego motivación se pueden confeccionar con los niños dos pequeñas marionetas de dedo, muy sencillas (de tela o más rápido con papel o cartulina). El pelo pintado o con lana anudada. Se llamarán PIKI y POKI. Son unos personajes muy, muy educados. Vamos a cortar papeletas donde pondremos una consigna para cada día.

  • La 1ª semana trabajaremos normas de EDUCACIÓN EN LA MESA (Cómo se come).
  • La 2ª semana trabajaremos: EDUCACIÓN EN LUGARES PÚBLICOS, (por ejemplo: no chillar, ni correr en tiendas, bibliotecas…; no curiosear o tocar en las tiendas, en el médico…).
  • La 3ª semana: EDUCACIÓN AL HABLAR (no contestar a padres y educadores, no alzar la voz, hablar a todos con respeto…).
  • La 4ª semana: EDUCACIÓN SOCIAL (Saludar al entrar o salir de una casa, al encontrar vecinos; no subir corriendo las escaleras, ni entrar atropellando en una casa, no curiosear en casas ajenas ni meterse en las habitaciones sin permiso, pedir permiso para coger algo)

Cada semana se invita a los niños que digan consignas sobre la educación que queremos tratar esa semana y anotamos unas diez consignas en tiras de papel. Que digan ellos primero y luego les damos ideas. Por ejemplo: no tocaré nada de la tienda, me sentaré correctamente sin echar la silla para atrás, no hablaré con la boca llena, diré buenos días al primer vecino que encuentre, dejaré que sea mi hermano quien apriete el botón del ascensor, diré a papá o mamá : ¿te puedo ayudar en algo? … Cada semana buscamos aquellas que se ajusten más al aspecto que se esté trabajando.

Las plegamos y las metemos en un bote. En ese bote se meten PIKI y POKI. Cada mañana, papá o mamá se ponen la pequeña marioneta y hacen salir a nuestros amigos del bote, lo mueven e invitan al niño/a a coger un papelito. Se lee y se propone de consigna para ese día. Por la noche PIKI y POKI nos preguntan cómo ha ido.

Acordáos que somos nosotros, padres y educadores, los que tenemos que recordárselo durante el día. Si lo hacemos, seguro que ellos querrán.


HISTORIA DE LA PRIMERA SEMANA: EDUCACIÓN EN LA MESA.

Había una vez un rey que quería casar a su hija. Deseaba para ella un hombre educado, como su linaje pedía. Por ello invitó a una fiesta a príncipes de otros países, y también a duques, marqueses y condes.

Su ministro dudó en invitar a tres nobles caballeros por no ser de rango tan superior, pero como eran conocidos en toda la comarca por su valentía y fidelidad al rey, tuvo la consideración de invitarlos también.

Allí fueron todos, y se sentaron a la mesa. El Rey, que sabía con qué intención habían sido invitados, fue fijándose en cada uno, pensando quien sería el apropiado para futuro esposo de su hija, a quien quería tanto por su delicadeza y amabilidad. No le servía cualquiera.

Empezó la comida, y todos comenzaron a conversar animadamente. Conforme avanzaba el banquete, la decepción del Rey iba en aumento:

– Pero ¡cómo! El príncipe de Guayú... ¡Qué modales! No puedo creerlo... –pensaba– ¡Se ha limpiado con la manga!

Pasaba la vista a otro.

– ¡Será posible! Ernesto se chupa los dedos y está fregando el plato con frenesí.

Pasaba la vista a otro.

– ¡Dios mío! El Marqués de Ribazón ha empujado el último bocado del plato con el dedo...

– ¡Por favor! Que forma de escupir hablando tiene el conde de Ribaherrera, pobre de mi hija si estuviera a su lado.

– ¡Oh! ¡Vaya codazo y risotadas pega el príncipe de Solimán! ¡No quiero que traten con tan poca delicadeza a mi hija!

– Vaya con el Duque de Bellaterra... ha dejado todos los platos de calamares vacíos sin pensar en el resto de los comensales … y ha dejado en su plato todos los trozos de pimiento a un lado. ¡Vaya caprichoso!

¡Si unos caballeros comían así, cómo serían de maleducados en su trato! Seguramente igual de brutos y descorteses.

Pero... ¡eh! ¿quiénes son aquellos tres del final? ¡Ah! Sí, son mis fieles caballeros, nobles pero de sencilla educación. ¡Caramba! ¡Qué educados parecen! Se fijó con atención y descubrió uno en la conversación con sus compañeros. Agradecía todo y parecía tener delicada educación. Se sintió vivamente complacido.

– ¡Creo que ya tengo al que busco! – Imagino a mi hija bien querida y tratada por ese caballero. Será delicado de trato y respetuoso con ella. Vale más eso que todos los rangos del mundo.

Y así fue como aquel caballero se casó con la princesa, y fueron muy felices.

Hoja dibujo-texto Educación en la mesa


HISTORIA DE LA SEGUNDA SEMANA: EDUCACIÓN EN LOS LUGARES PUBLICOS.

No os vayáis a pensar que Sergio y Elena eran niños demasiado traviesos. No, eran niños normales, juguetones. Pero, claro, hay que saber distinguir dónde y cuándo se puede jugar. Ellos, a pesar de ser mayorcitos, ya tenían 8 y 5 años, aun no ponían mucha atención a eso de dónde y cuándo. Era más divertido jugar SIEMPRE.

Ni que decir tiene el día que iban en autobús, como siempre iban en el coche de papá y mamá, aquello del autobús era una fiesta, y en cada curva gritaban.

–¡Mira! ¡Mira!, ¡ja, ja!, mientras dejaban oscilar el cuerpo agarrándose sólo de una mano a la barra.

Sin querer, claro, molestaban. A veces sólo eran los gritos, y otras dando algún golpe a algún pasajero. Estos, ponían cara de desagrado, pero ellos ni se enteraban, porque seguían jugando.

Cuando iban a comprar también era un problema. Sus padres sufrían porque, por más que les advertían, ellos se metían en su mundo de juegos y a reír y correr. Tocaban todos los artículos que les llamaban la atención; esto ponía muy nerviosa a mamá. Cuando se daban cuenta lo dejaban, pero al cabo de un minuto, ya estaban tocando otra cosa. ¿Y jugar al escondite entre los estantes? ¡Era fascinante! Y luego a correr por los pasillos, sobre todo en los almacenes de grandes superficies.

Si iban a casa de los primos, como vivían en el segundo piso, subían corriendo por las escaleras y entraban atropellando a la casa para ver quien entraba el primero, y por supuesto ni saludaban.

Y la última vez que fueron al médico fue desesperante. Tenían que probar todas las sillas de la sala de espera, y dentro de la consulta no paraban de tocarle todo al Dr. Vázquez, que tenía mil aparatitos en su mesa.

Esto último alarmó a papá, ¡Esto no puede seguir así! Lo pensaron seriamente y les propusieron el siguiente plan:

– Mirad, vivimos en sociedad, y podemos molestar verdaderamente a los demás. Por tanto, hemos de aprender a comportarnos, y además tajantemente: No se puede jugar y gritar en lugares públicos. Y es bueno saber estar tranquilos en algunas situaciones: ¡Lo vamos a conseguir! ¿Cómo? No pasándonoslo más veces, ¿verdad que queréis superarlo? Por ejemplo, si subís corriendo la escalera, bajaremos y volveremos a empezar, hasta que lo hagamos correctamente. Si molestamos al médico o a algún señor, le vamos a pedir perdón, aunque nos dé mucha vergüenza. Y si no hacemos caso a los avisos de papá y mamá, que serán como mucho dos, al llegar a casa, como ya habéis jugado mucho, habrá llegado el tiempo de trabajar o estudiar ¿de acuerdo?

Y así fue como Sergio y Elena se convirtieron en los niños más educados de la escalera.


HISTORIA DE LA TERCERA SEMANA: EDUCACIÓN AL HABLAR.

Era un pueblo de montaña muy bonito, la gente era pacífica y se conocían todos. El único un poco distinto era el señor Abuyuyu, que vivía en las afueras. Tenía un precioso huerto y sus cerezas eran famosísimas por lo hermosas y sabrosas que eran. Las vendía a buen precio en el mercado. El señor Abuyuyu era temido por todos. Era tremendamente huraño e insocial. Tenía tres perrazos en su finca, que daba miedo verlos hasta de lejos.

En el pueblo vivía una familia de amables agricultores, que tenía tres hijos varones. Uno de ellos era Eduardo, un joven siempre sonriente y amable. Todos lo decían.

Ocurrió que un campesino se puso muy enfermo. Su hijo, Miguel, era amigo de Eduardo, y a pesar de ser amigos, eran bastante distintos de carácter. Miguel era más bien brusco y algo fanfarrón.

El médico del pueblo recetó una curiosa solución: “Come cerezas todos los días”.

Eduardo cuando visitó al padre de su amigo y se enteró de la receta dijo:

– ¡Ah, pues iré a pedirle al Sr. Abuyuyu, ya que en el mercado aún no se venden.

– Ja, ja – rieron Miguel y su padre – ¿Al sr. Abuyuyu? ¡Qué tonterías dices, no te dará ni una!.

– Padre –dijo Miguel– yo las conseguiré aunque tenga que pelearme con él.

Miguel aquella noche saltó la valla del sr. Abuyuyu. A los pocos metros tuvo que huir rápidamente, pues los tres perrazos salieron en su persecución. A duras penas le dio tiempo a saltar la empalizada. ¡Vaya susto de muerte! Lo intentó de nuevo con unas cañas largas, pero tampoco. Otro día esperó a que el sr. Abuyuyu saliera a pasear sus perros al prado, pero cuando entró, metió la bota en un gran cepo, y allí tuvo que dejarla para poder librarse de la trampa. De este modo ya dio por imposible la empresa.

Sin embargo, Eduardo, confiado en su buen deseo, se acercó a la finca del sr. Abuyuyu, y aunque asustado por los perros, tocó la campana de la puerta.

– Buenos días, Sr. Abuyuyu – dijo con su típica y amable sonrisa. Resulta que un amigo está enfermo y necesita cerezas para curarse, yo he pensado si usted sería tan amable de proporcionarme algunas, pues... cerezas como las suyas no hay en el mundo entero.

Cual fue su sorpresa cuando Abuyuyu se puso a llorar. ¡Hacía años que nadie iba a verle, y menos aún le habían pedido un favor con tal amabilidad y confianza! Todos le trataban con antipatía. Esta situación había acabado agravando su carácter. La actitud de Eduardo le había ganado el corazón.

Cuando Eduardo llegó a casa de Miguel con el cesto lleno de cerezas, comprendieron que se consigue más por las buenas que por las malas.

Hoja dibujo-texto Educación al hablar


HISTORIA DE LA CUARTA SEMANA: EDUCACIÓN SOCIAL.

Isidro, aunque tenía sólo 5 años, llamaba la atención, ¡Qué educado era! Por la mañana, al ir al colegio, si se encontraba con algún vecino decía: “Buenos días”. Lo mismo hacía al volver a casa por las tardes, que entonces estaba su abuelo:”Hola abuelo, ¿Cómo estás?” Nunca se olvidaba de saludar, como otros niños que ya entran corriendo o hablando como si no hubiera nadie en casa.

En clase, su profesora María estaba encantada. Y se lo decía a las otras profesoras.

– Este Isidro da gusto. Todo lo pide por favor, y siempre pide permiso. El otro día terminó la ficha de los primeros, junto a Manuel. Como ya saben que el que acaba puede irse a un rincón a jugar, Manuel se fue a la biblioteca. Pero Isidro viene y me pregunta: “¿Puedo jugar ahora a las construcciones, por favor?” Me encanta oírle tan educadito.

Maribel, otra profesora, intrigada, le estuvo observando en el recreo. ¡Y era cierto! Observó como Isidro vio a unos niños jugar, se les acercó y dijo: ¿Puedo jugar yo también, por favor?

– Vale – le dijo el otro niño, encogiéndose de hombros.

Laura también observó un detalle. A la salida del colegio, vio como al salir Isidro saludó a su madre y dio un abrazo cariñosísimo a su hermanito pequeño que iba en un carrito.

Ocurrió que llegaron las fiestas de Navidad, y el director del colegio les dijo a las profesoras de infantil que iban a venir los Reyes Magos al colegio a visitar a los niños. Debían escoger un niño o niña para recibir a los Reyes, y saludarles en nombre de todos.

Las tres profesoras María, Isabel y Laura pensaron al instante en Isidro. ¡Lo hará muy bien, y no hay miedo que diga alguna contestación de mala educación!

Así lo decidieron y se lo dijeron a Isidro. Este se puso loco de contento:

– ¡Qué suerte mamá! –dijo– Me toca a mí coger de la mano a los Reyes Magos.


Al llegar el día, además de la alegría, tuvo la gran sorpresa de que le montaron a él en un camello que habían traído los Reyes Magos al patio del colegio. ¡Todos los niños le miraron con admiración!