Puesto que el hombre es un ser
sociable por naturaleza, se realiza y necesita relacionarse con los demás.
El arte de saber vivir con otras
personas es lo que llamamos convivencia. De la calidad de esa convivencia
dependerá también la calidad de nuestra
vida afectiva, lo que nos proporcionará
un grado de bienestar y felicidad mucho mayor que el que pueda darnos la
calidad de las instalaciones donde vivamos
o de los objetos que nos rodeen.
Visto así, la asignatura de “saber convivir” se convierte
en una de las más básicas y prácticas que necesita una persona y el lugar idóneo
para aprenderla es el hogar, donde la convivencia es más íntima e intensa.
Vamos a ver cómo los padres y
madres podemos ayudar a la buena convivencia escolar. Daremos pautas para
actuar antes de que sucedan los conflictos escolares y para actuar después.
CÓMO AYUDAR ANTES DE QUE SUCEDAN
LOS CONFLICTOS
En la educación mejor es ir por
delante, proponiendo y formando los valores que les ayuden a conducirse por la
vida con acierto, que por detrás arreglando y reprochando sus errores. Es
decir, en la educación es mejor eso: “Educar” y de esta forma sencilla se
evitan muchos problemas.
1.- Procurar ganarnos la
confianza de nuestros hijos.
Para ello conviene “estar” con
ellos, compartir juegos, tiempo…
acostumbrarnos a hablar con ellos de todo, de sus clases, asignaturas, de cosas
que pasan, amigos… Si un niño no tiene
costumbre de hablar con sus padres, le resultará muy difícil contar sus
conflictos, sus sentimientos…
2.- Nunca poner cara de enfado ni de disgusto cuando nos cuenten algo.
Si en vez de explicarles con
cariño lo que hubiera sido más correcto, empezamos a alarmarnos o incluso a
reñirles, tendrán miedo de contarnos las cosas otra vez, sobre todo cuando
intuyan o sepan que ellos también tienen algo de culpa. Esto puede crear
separación, con sus funestas consecuencias. Si nos ha pillado de sorpresa y nos
hemos enfadado, que no falte el pedirles perdón y hacerles notar que en el
fondo nos ha dado una gran alegría que haya sido valiente en contar la verdad.
3._ Aumentar la actitud de “comprensión”.
Nadie es perfecto. Más bien todo
lo contrario ¡qué frágiles y limitados
somos! Un ejemplo: nosotros mismos. Aun poniendo toda nuestra buena voluntad
¡qué fácilmente fallamos! Hemos de aprender a ver con naturalidad esta
condición. Sin embargo ¡cuántas veces no
somos comprensivos con otros miembros de
la familia!
La mejor manera de enseñar a ser compresivos, es la misma que para
enseñar un idioma, “por inmersión” ¡con lo difícil que es el chino y hay que
ver lo bien que lo hablan los niños chinos! Del mismo modo, si nosotros, padres “somos”
comprensivos, aprenderán a comprender. Por ejemplo, cuando alguien en casa se
equivoca, abundar en frases como: “Todos tenemos malos momentos…” “Se le habrá
olvidado, pero ahora mismo lo va a hacer…” o
“Está muy cansado, piensa cuando tú vienes del entrenamiento…” “Bueno,
todos no valemos para lo mismo, cada uno tiene su especialidad…” “Espera un poco, ya sabes que es así, pero
luego es más bueno que el pan…”
También entre nosotros, padre y madre, disculparnos,
esperar, dar un margen ancho y nunca hablar mal del otro delante de un hijo.
Ser comprensivos no quiere decir
pasarles todo, sino comprender y disculpar
la inexperiencia, la inmadurez,
la debilidad, no presuponer mala voluntad, hablar con calma aunque tengamos que poner un límite.
Ni la insistencia ni el tono arreglan nada, bien lo sabemos, antes nos irritan
más.
4.- Aceptar las diferencias.
Somos seres únicos e
irrepetibles, así de rica es la variedad humana. Añadamos a esto que cada uno
está marcado por múltiples factores: la educación recibida, costumbres y
cultura, el entorno que nos rodea, el bombardeo de los medios de comunicación, los
sufrimientos o tensiones que cada uno vive, la salud o estado físico… por tanto
no podemos esperar que todo el mundo actúe como yo espero. Otra cosa que
debemos enseñar a nuestros hijos: aceptar con naturalidad la forma de ser de
cada persona, empezando por los de casa.
5.- Cultivar actitudes positivas de reencuentro:
Quitar hierro al asunto: No exagerar los fallos ajenos; a veces
dificultamos el reencuentro porque atribuimos demasiada culpa a la falta
cometida. Objetivamente: muchas cosas las vemos subjetivamente. Seamos desenfadados y posiblemente seremos más justos.
Disculpar y pedir disculpas.
Practicarlo en los pequeños roces
que surgen en casa. Cuando nosotros, padres y madres, hemos perdido el control,
es bonita la naturalidad y facilidad que tienen los niños en perdonarnos,
olvidar y empezar de cero. Esta vez aprendamos de ellos a tener un corazón grande ¡nada de rencores en
familia! A los adultos, pedir perdón nos cuesta, por tanto, cuando lo hacemos
demostramos fortaleza y cuando no lo hacemos demostramos orgullo, que no es lo
mismo.
COMO AYUDAR DESPUÉS DEL
CONFLICTO:
1.-Escuchar con calma,
intentando captar, comprender lo que
ha sucedido, si el hecho es reincidente… A veces nos cansa escucharles y no ponemos
atención, incluso damos consejos a la ligera sin habernos enterado bien.
2.-Poner en duda la versión de nuestro hijo. Con cariño y con
preguntas intentar sacar la verdadera
historia. Todos sabemos que tendemos a agrandar las faltas del otro y disminuir,
incluso ocultar las propias. Aún con niños muy sinceros, no está garantizada la
autenticidad de la versión, pues ellos
pueden estar muy convencidos de que su interpretación es la correcta y no
serlo. Ni creernos todo a pies juntillas, ni no creerle y decirle de primeras: ¡qué
habrás hecho tú!
3.- Actuar en proporción a la falta.
Si la falta está dentro de la normalidad
en la vida escolar, como niños que son:
-Podemos animarle
a pensar cómo hubiera sido la actitud correcta, en él y en el otro.
-Animarle a que,
cuando ocurran los conflictos, se exprese sin miedos y diga, con todo el
respeto del mundo, lo que crea que procede.
-Ayudarle a
reconocer su parte de culpa y pedir perdón por lo que hizo mal. Esto es muy
importante. Cuando pensamos que alguien nos ha hecho mal, recibir su disculpa
nos sabe a que se nos ha hecho justicia
y nos sentimos mejor.
-Potenciar la
actitud de “tender puentes”, será más fácil si en casa vivimos aquello de la
comprensión, aceptar las diferencias, quitar hierro y no dramatizar. Animarles
a no ser rencorosos y explicarles aquella frase de: ”Es mejor tener amigos que
enemigos”. El rencor no soluciona nada, más bien lo empeora, pues si tratamos
mal al otro, éste se sentirá herido y tendrá deseos de volver a molestar. Si el conflicto no es muy serio, la gran mayoría de niños vuelven a ser
amigos cuando se les anima a ello. Animémosles pues, es a nosotros, los
adultos, a los que nos cuesta olvidar, por eso no queramos meterlos en nuestros
moldes. Por ejemplo digámosle: “Venga, mañana cuando le veas dile: -Hola, perdona lo de ayer… oye ¿de qué es tu
bocadillo? - Y ya verás como todo vuelve
a la normalidad”.
Si nos ven convencidos y tranquilos
a nosotros, ellos no harán ningún problema, pero si nos ven acalorados y
dando vueltas al asunto, pensarán que debe haber sido muy gordo lo ocurrido y
harán el papel correspondiente.
-Valorarle que
haya contado lo ocurrido y animarle a que lo haga siempre que tenga algún problemilla,
decirle que nos gusta mucho poder ayudarle que para esos estamos los padres. Si
el niño encuentra agradable ese ratito, tenemos la puerta abierta para que
pueda acercarse sin miedo cuando surja una nueva situación.
Si es reincidente o algo más serio:
-Debemos hablar con el profesor o tutor. Es bueno
saber su versión. Si no fuera consciente de lo ocurrido, es bueno tenerlo
avisado para que pueda vigilar a los implicados y poder prevenir un nuevo
incidente.
-También podemos hablar con los padres del niño o
niños implicados. No nos referimos a comentarle cualquier nimiedad que me haya
molestado, sino de un problema que
consideramos algo más serio o que es
reincidente y empieza a inquietar. Para
ello hemos de asegurar unas ciertas condiciones, sino en vez de arreglarlo
podemos estropearlo aún más:
-Acerquémonos con amabilidad. Vamos a hablar para ver si, entre todos,
arreglamos ese problema de convivencia entre nuestros hijos. En el fondo, eso es lo que queremos todos.
-No vamos a echar culpas a
nadie, dudemos de la versión de
nuestros hijos.
-Pidamos disculpas de la parte que nos toca, que seguramente algo
habrá.
-Sepamos escuchar sin interrumpir y estemos abiertos para que nos
puedan decir cómo ven ellos las cosas. Escuchar con calma, escuchar todo. Recordar
aquella frase de Groucho Marx: “Más vale callar y parecer tonto, que hablar y
disipar completamente las dudas”.
- No remover asuntos pasados que ahora no vienen a cuento.
-Aceptar sin justificarnos, todo lo que se diga de nuestro hijo
(¡¡prueba de fuego!!) Estar convencidos de que nos viene MUY BIEN para
conocerle. Ninguno estamos libres del peligro de “ceguera” y “sobreprotección” cuando se trata
de nuestros hijos.
-Seamos nobles, reconozcamos que tienen razón cuando la tienen. No
queramos disimular, ni excusar, ni atenuar, ni defender por defender a nuestros
hijos. En ese caso, reconocer nuestro fallo y pedir disculpas.
SUPONGAMOS
UN CONFLICTO EN CLASE, para comentar entre todos:
Vicky y Laura son amigas, siempre van juntas en el recreo y se apoyan para todo, por eso van cogiendo
fuerza y con derecho a gobernar. La verdad es que son bastante “marimandonas”.
Ven que Sara, Pedro, Carmen y
Tomás juegan a balontiro en una esquina del patio. Vicky y Laura quieren jugar
y se meten en el campo. Sara coge la pelota y les dice que es suya y que no les
dejan jugar porque están muy a gusto
así. Como a Vicky le ha sentado muy mal la negativa, ni corta ni perezosa
agarra del pelo a Sara y la empieza a estirar de tal manera que le arranca un
impresionante mechón de pelo. A esto los otros tres empujan a
Vicky, y de paso a Laura por ser
su amiga y las tiran al suelo, luego se
marchan corriendo.
Al llegar a casa, Vicky cuenta a sus padres que unas niñas y niños de
su clase no les dejan jugar con ellos y encima les han tirado al suelo para que
se vayan. Ante esto el padre de Vicky se presenta a la hora de salida del cole,
entra en el recinto y espera en una esquina del edificio a Sara. Esta llega
junto con Carmen. El padre de Vicky
dirigiéndose a Sara le dice que son unas
malas compañeras y que como vuelva a tocar a su hija, le pega un bofetón que le
rompe las gafas.
Cuando Sara y Carmen llegan a su
casa, cuentan “su versión” y sus padres les dicen que no les hagan caso, que
son un par de tontas y que con esa gente mejor que no se junten y por supuesto
que si quieren jugar otra vez les digan que ni hablar.